1.1.      Los residuos orgánicos de origen agrícola

1.1.1.      Generalidades

El término Residuo se aplica a todo aquel material generado por las actividades de producción y consumo, el cual no alcanza ningún valor económico en las condiciones particulares de tiempo y de lugar en que se ha producido, y que es preciso recoger y tratar por razones de salud y de contaminación ambiental, para evitar ocupaciones innecesarias de espacio, o simplemente, por motivaciones estéticas (Abad y Puchades, 2002; Climent et al., 1996; Otero, 1992).

La falta de valor económico de los materiales residuales puede deberse tanto a la inexistencia de una tecnología adecuada para su reciclado y aprovechamiento, como a la dificultad para la comercialización de los productos recuperados -bien sea por su elevado coste, por la falta de mercados para tales materiales, o por el rechazo del producto-.

La legislación europea (Directiva 75/442/CEE, del Consejo, de 15 de julio), la estatal (Ley del Estado español 10/1998, de 21 de abril, de Residuos) y la autonómica (Ley 10/2000, de 12 de diciembre, de Residuos de la Comunidad Valenciana),  definen el vocablo Residuo como “cualquier sustancia u objeto del cual su poseedor se desprenda o del que tenga la intención o la obligación de desprenderse”. En todo caso, tienen esta consideración aquellos que figuran en la Lista Europea de Residuos, aprobada por la Decisión 2000/532/CE, de 3 de mayo.

1.1.2.                              Tipos de residuos orgánicos. El caso particular de los residuos de origen agrícola

Los residuos se pueden clasificar, según su naturaleza, en orgánicos e inorgánicos, destacando los orgánicos por su elevado volumen de producción y su fuerte impacto medioambiental. Existen tres grandes sectores productores de residuos orgánicos (Abad y Puchades, 2002; Climent et al., 1996):

          Sector primario: Residuos agrícolas, ganaderos y forestales

          Sector secundario: Residuos industriales (agroalimentarios, textiles, etc.)

          Sector terciario: Residuos urbanos (RSU, lodos de depuración, etc.)

El sector agrario, por su actual intensificación, constituye la principal fuente de residuos orgánicos -en términos cuantitativos- en Europa Occidental (restos de cosechas, de poda, estiércoles, etc.). Los últimos datos nacionales  proporcionados por el Instituto Tecnológico Alimentario (AINIA), correspondientes a residuos orgánicos procedentes del sector primario, indican que, en el Estado español, la actividad agrícola es también la que genera la mayor cantidad de residuos orgánicos -72,8% del total- (Tabla 1).

Tabla 1. Cantidades de residuos orgánicos de origen agrario producidos en un año en el Estado español

Actividad

Millones de t

Agrícola: pajas, restos de poda y de cosechas, etc.

          27

Forestal

5

Industria Agroalimentaria

5

Ganadera

0,076

Total

37,076

Fuente: AINIA-Instituto Tecnológico Alimentario, 2003

Los residuos orgánicos agrícolas son la parte no económica de los materiales agrícolas obtenidos a partir de procesos de producción, transformación o consumo (Cartagena, 2001). En función del cultivo del que procedan, éstos se clasifican en: Residuos de cereales, Residuos de viña y frutales, y Residuos de vegetales “verdes” (Martínez, 2002).

Este último grupo -vegetales “verdes”- comprende aquellos residuos de los cultivos cosechados antes de la senescencia vegetal, destacando sobre los otros dos por su mayor problemática de gestión, como se comentará más adelante. Son, entre otros, los residuos de los cultivos forrajeros y de raíces o tubérculos extensivos, y los que provienen de la mayoría de los cultivos hortícolas intensivos: hortalizas comestibles y flor cortada.

1.1.3.      La gestión de los residuos

Uno de los parámetros más utilizados en la actualidad para medir el grado de desarrollo de un país es la producción de residuos por habitante. La tasa actual de generación de residuos es insostenible a largo plazo. El grave impacto medioambiental de los residuos y el progresivo agotamiento de los recursos naturales, hacen necesario afrontar un cambio profundo en los hábitos de producción y consumo (Abad y Puchades, 2002; Climent et al., 1996).

En este contexto, la Unión Europea ha establecido una “Estrategia de Gestión de Residuos”, que tiene como objetivo fomentar una gestión sostenible y ecológicamente racional de los mismos, sin que amenace a la salud pública ni al medio ambiente. La Directiva 75/442/CEE, de la Comisión, establece el Marco en la gestión de residuos, la Decisión 99/34/CE, de la Comisión, las Operaciones de gestión, y la Decisión 96/350/CE, de la Comisión, las Operaciones de valorización y eliminación de residuos. En estas normativas se basa la legislación española sobre residuos, materializada en la Ley 10/1998, de 21 de abril.

La estrategia europea establece una jerarquía de las diferentes alternativas de gestión de los residuos: «prevención, reutilización, reciclado, valorización material, valorización energética, y eliminación o vertido ». Dicha jerarquía está basada en la contribución de cada una de estas alternativas al Desarrollo Sostenible (CE-Comisión Europea, 2000).

La Ley 10/1998, define cada uno de estos términos como:

          Prevención: conjunto de medidas destinadas a evitar la generación de residuos, o a conseguir su reducción, o la de la cantidad de sustancias peligrosas o contaminantes presentes en ellos.

          Reutilización: empleo de un producto usado para el mismo fin para el que fue diseñado originariamente.

          Reciclado: transformación de los residuos, dentro de un proceso de producción, para su fin inicial o para otros fines, incluido el compostaje y la biometanización, pero no la incineración con recuperación de energía.

          Valorización: todo procedimiento que permita el aprovechamiento de los recursos contenidos en los residuos, sin poner en peligro la salud humana y sin utilizar métodos que puedan causar perjuicios al medio ambiente. En todo caso, estarán incluidos en este concepto los procedimientos enumerados en el anexo II B de la Decisión de la Comisión 96/350/CE, de 24 de mayo de 1996.

          Eliminación: todo procedimiento dirigido al vertido de los residuos, o a su destrucción, total o parcial, realizado sin poner en peligro la salud humana y sin utilizar métodos que puedan causar perjuicios al medio ambiente. En todo caso, estarán incluidos en este concepto los procedimientos enumerados en el anexo II A de la Decisión de la Comisión 96/350/CE, de 24 de mayo de 1996.

De acuerdo con lo anterior, el objetivo de la normativa europea es lograr reducir al máximo el flujo de materiales residuales a vertedero o incineración. Sin embargo, estas técnicas de eliminación -altamente contaminantes- son todavía mayoritarias en muchos países europeos.

Actualmente, en el Estado español, un 11% de los residuos se composta, un 8% se destina al reciclaje y un 6% se valoriza energéticamente. El 75% de los residuos acaban, por tanto, en vertederos, muchos de ellos incontrolados (20%), lo cual agrava aún más el problema. En la temática de la gestión de residuos, el Estado español se encuentra aún muy por detrás de otros países europeos, como Holanda, cuyos objetivos son: 30% reciclaje, 30% compostaje, 30% incineración con recuperación de energía y 10% vertido, o Viena, ciudad paradigmática de la buena gestión medioambiental, donde la distribución porcentual es la siguiente: 50% valorización energética, 29% reciclaje, 12% compostaje y 9% vertido (Emison S.L.,  2003).

1.2.      Problemática de los residuos orgánicos DE ORIGEN HORTÍCOLA

La problemática de los residuos orgánicos deriva, por un lado, de su acumulación, que provoca desequilibrios ecológicos y la contaminación del medio ambiente, y por otro, de los grandes volúmenes generados, que hacen difícil su manipulación y, además, aumentan cada año.

1.2.1.      El impacto ambiental de los residuos orgánicos

Los residuos orgánicos tienen un fuerte impacto sobre el medio ambiente, contaminando la atmósfera, el suelo y las aguas (superficiales y subterráneas), debido principalmente a sus altos contenidos en materia orgánica -inestable e inmadura- y elementos minerales, y a la presencia de compuestos orgánicos recalcitrantes, metales pesados, fitotoxinas, patógenos vegetales y animales, etc., los cuales son altamente contaminantes (Cegarra et al., 1994; Vogtmann et al., 1993).

De entre las diferentes alternativas de gestión de los residuos orgánicos, tanto el depósito en vertederos como la incineración provocan la emisión de CO2 y de otros gases a la atmósfera, contribuyendo al efecto invernadero. Por otro lado, el vertido incontrolado de residuos en las aguas continentales reduce la disponibilidad de agua potable, siendo necesario recurrir a costosos métodos de tratamiento con el fin de eliminar dichos residuos y evitar daños al ecosistema; tampoco el vertido al mar es una técnica inocua, ya que su capacidad autodepuradora es limitada y disminuye, además, cada año. Al igual que el mar, el suelo es el vertedero por excelencia de buena parte de los residuos originados por el hombre. El vertido o incorporación incontrolada de contaminantes al suelo, tales como metales pesados, puede superar la capacidad depuradora de éste; además, y a diferencia de lo que ocurre en los medios hídrico y atmosférico, en el suelo, el contaminante es poco móvil y la probabilidad de que éste se incorpore a la cadena trófica, a través de su ingestión por algún organismo, es elevada.

 

 

1.2.2.      La problemática de los residuos orgánicos de origen hortícola

Dentro de los residuos orgánicos de origen agrícola, los residuos vegetales “verdes” procedentes de la actividad hortícola intensiva (hortalizas comestibles y flor cortada) son los más problemáticos (Martínez, 2002). Los restos de vegetales verdes de otros cultivos no constituyen un residuo propiamente dicho. Así, la mayoría de los residuos forrajeros se reciclan para la alimentación del ganado, y los residuos de la cosecha de los cultivos hortícolas extensivos se pueden aprovechar mediante su incorporación al suelo sin tratamiento previo -dada su fácil biodegradabilidad por el elevado nivel de humedad y la baja relación C/N (de 15 a 30)-, restituyéndose así parte de los elementos fertilizantes y la materia orgánica que habían sido extraídos durante su ciclo de cultivo.

En las explotaciones fuertemente intensivas, y muy especialmente en cultivo protegido, los residuos de los cultivos hortícolas  deben ser retirados del suelo, o de los sustratos en que han crecido, antes de iniciarse el cultivo siguiente, al no existir tiempo suficiente o para evitar riesgos fitosanitarios.

Lo más habitual en las zonas hortícolas intensivas es la acumulación de los residuos vegetales al aire libre, para facilitar su desecación y disminuir así su volumen previamente a su vertido o incineración. Este manejo genera problemas medioambientales muy graves. Al amontonarse, los residuos que se sitúan más superficialmente se secan, pero, con la elevada humedad y temperatura existentes, los que no están en contacto con el aire se pudren rápidamente, por lo que estos montones se transforman en un foco de plagas, enfermedades o insectos vectores de éstas, que pueden propagarse a los cultivos cercanos. En otras ocasiones estos residuos se encuentran contaminados por restos de productos fitosanitarios, por lo que su incineración puede arrojar a la atmósfera contaminantes peligrosos. Además, es usual aprovechar la quema de vegetales para deshacerse de otros residuos, especialmente plásticos, multiplicándose así los daños medioambientales.  También es frecuente observar cómo hay ganado que aprovecha estos residuos como alimento, lo que puede llegar a ser peligroso, desde un punto de vista sanitario, tanto para el ganado como para los consumidores (GEM-Grupo Ecologista del Mediterráneo, 1999).

Los residuos hortícolas constituyen un problema de importancia no solamente por el impacto ambiental de su manejo, sino también porque se generan grandes volúmenes en áreas geográficas reducidas, dado el carácter intensivo de la Horticultura.

En el Estado español, la superficie dedicada a la producción de hortalizas representa solamente el 1,4% de la superficie agrícola total; sin embargo, en ella se produce más del 14% de la producción agrícola total española. Las principales regiones hortícolas del Estado español son, en la actualidad, Murcia, Andalucía Oriental, Comunidad Valenciana y Cataluña, además de las Islas Canarias (Maroto, 2000). Los principales cultivos hortícolas a nivel nacional, por superficie y producción, son: tomate, melón, lechuga, cebolla, pimiento, pepino, sandía y judía verde (MAPA, 2001).

El cultivo de tomate y pimiento para industria, cebolla, y lechuga se realiza principalmente en condiciones extensivas, con rotaciones, por lo que los residuos vegetales no son un problema. Sin embargo, el resto de hortalizas se producen principalmente en sistemas forzados y semiforzados, donde se produce una importante acumulación de residuos vegetales, además de otros tipos de residuos no menos importantes, como plásticos, envases, sustratos y productos fitosanitarios, entre otros.

En un estudio realizado por el Grupo Ecologista del Mediterráneo (GEM) en la provincia de Almería, se estimaron las cantidades medias anuales de residuos producidos en 1 hectárea de “enarenado” bajo plástico -principal sistema de cultivo en la zona-. Como puede apreciarse en la Tabla 2, prácticamente el 96% de los residuos sólidos generados son de biomasa vegetal residual.

En este mismo estudio se hace referencia a las toneladas de residuos vegetales producidos por cada cultivo principal de la provincia de Almería en 1997 (Escobar, 1998).

Tabla 2. Residuos sólidos producidos anualmente en 1 ha de enarenado bajo plástico en la provincia de Almería

Residuo

Toneladas

%

Residuos vegetales

29,10

95,69

Plásticos

  1,05

 3,45

Cartones y papel

  0,05

 0,16

Metales

  0,06

 0,21

Otros

  0,15

 0,49

Total

 30,41

100,00

Fuente: GEM-Grupo Ecologista del Mediterráneo, 1999.

A partir de estos datos,  y según las productividades de cada cultivo en dicha región y año, se ha determinado un índice que evalúa las toneladas de residuo vegetal generadas por tonelada de producción de cada cultivo. Dicho índice es relativamente constante, de modo que, conociendo la producción de cada cultivo en una región y un año determinado, se pueden estimar las toneladas de residuos vegetales generados en dicha zona y período.

En la Tabla 3 se han determinado estas cantidades para los principales cultivos hortícolas del Estado español en el año 1999 -último año del que se dispone de datos estadísticos fiables-, con objeto de conocer la magnitud de los residuos vegetales hortícolas producidos a nivel estatal.

Según los datos expuestos en la Tabla 3, en el año 1999 se generaron unos 4 millones de toneladas de residuos vegetales de origen hortícola, concentrados en las principales zonas de producción de hortalizas. Estos residuos presentan la ventaja de que, al tener un elevado contenido en agua -en torno al 90 %-, reducen su volumen rápidamente; sin embargo, la enorme cantidad de residuos producidos hace que siga siendo un volumen difícilmente manejable.

Tabla 3. Estimación de las cantidades (t) de residuos vegetales (RV) hortícolas producidos en el Estado español en el año 1999

 

Almería 1997

España 1999

Cultivo

RV 1

Producción2

RV/producción

Producción3

RV

Tomate (en fresco)

192.500

444.370

0,43

939.159

406.841

Melón

283.500

544.855

0,52

3.874.720

2.016.102

Pimiento (en fresco)

69.750

159.055

0,44

403.844

177.097

Pepino

99.200

437.150

0,23

712.100

161.593

Sandía

133.400

235.730

0,57

1.149.817

650.683

Judía verde

89.250

90.071

0,99

297.545

294.833

 

 

 

 

Total

3.707.149

(1)      Escobar, 1998

(2)      CONSEJERÍA DE AGRICULTURA Y PESCA DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA, 1998

(3)      MAPA,  2001

1.2.3.      Minimización de la problemática

Los residuos orgánicos de calidad aceptable son una fuente muy interesante de materia orgánica y de elementos fertilizantes. Por ello, el reciclado y la valorización de los mismos en Agricultura no constituye solamente una manera eficaz de evitar la degradación y contaminación del medio, sino que, además, permite reciclar dichos recursos, cerrándose los ciclos de la materia -alterados por la actividad agrícola intensiva- y reduciéndose el consumo de fertilizantes, enmiendas y sustratos.

Para que todo esto sea posible, es necesaria la creación de sistemas eficaces de recogida selectiva, acopio y transformación de estos residuos. Además, el enorme volumen de residuos vegetales producidos obliga a buscar formas combinadas para la gestión de los mismos: diferentes métodos de transformación y alternativas de valorización.

En el caso de los residuos orgánicos de origen hortícola, la valorización en Agricultura parece ser la alternativa con más ventajas medioambientales y económicas, siempre y cuando se realicen los tratamientos necesarios para garantizar la calidad del producto obtenido -como el compostaje-, y se programen y controlen los planes de aplicación a suelos y cultivos (Martínez, 2002).

1.3.      EL COMPOSTAJE COMO SISTEMA DE TRATAMIENTO Y ADECUACIÓN DE LOS RESIDUOS ORGÁNICOS PARA FINES AGRÍCOLAS

La utilización directa de residuos orgánicos frescos en Agricultura presenta diferentes inconvenientes: fitotoxicidad (por compuestos orgánicos, elementos y sustancias minerales, etc.), inmovilización de nitrógeno y deficiencia de oxígeno a nivel de las raíces de la planta, elevación excesiva de la temperatura en la zona de la rizosfera, etc. (Abad et al., 1997, 2001; Ortega et al., 1996).

Entre los diferentes métodos de adecuación de los residuos orgánicos para fines agrícolas destaca el compostaje (Abad y Puchades, 2002; Climent et al., 1996), tanto desde el punto de vista ecológico como económico (Raviv, 1998). Al mismo tiempo que colabora en la gestión de los residuos sólidos, el compostaje es el sistema que más respeta el ciclo de conservación de la materia y el que mayor aplicación encuentra en Agricultura (Soliva, 2001).

En la actualidad, el compostaje es un proceso tecnológico industrializado, sin un grado de complejidad excesivo, técnica y económicamente viable, poco contaminante, y con mayor aceptación social, en comparación con los vertederos o las plantas incineradoras.

1.3.1.      Definición y funciones del compostaje

La definición técnica más aceptada del compostaje es "la descomposición biológica aeróbica de residuos orgánicos de distinta procedencia bajo condiciones controladas de temperatura, humedad y aireación” (Abad y Puchades, 2002; Climent et al., 1996; Saña y Soliva, 1987).

En el proceso industrial del compostaje se identifican dos fases consecutivas (Abad y Puchades, 2002; Climent et al., 1996; Costa et al., 1991; Saña y Soliva, 1987) claramente diferenciadas: la fase de compostaje propiamente dicha, en la que la actividad de los microorganismos es máxima dado que tienen a su disposición gran cantidad de compuestos fácilmente biodegradables, y la fase de maduración o estabilización, en la que la actividad de los microorganismos decae al estar agotada la reserva de material biodegradable. En la primera fase predomina la mineralización de la fracción orgánica, mientras que en la segunda prevalece la polimerización y condensación de compuestos, dando lugar a un producto -el compost- de características similares al humus.

Ambas fases están sometidas a control de temperatura, humedad y aireación, lo que diferencia al compostaje de los procesos naturales incontrolados que pueden provocar anerobiosis. La duración de cada una de las fases es muy variable, según el material a compostar y las condiciones en las que se desarrolla el proceso, pudiendo extenderse desde pocas semanas hasta varios meses.

El compostaje tiene múltiples funciones, según el objetivo a alcanzar (Soliva, 2001). Desde la perspectiva medioambiental, el compostaje facilita la gestión de los residuos orgánicos -reduciendo su peso, volumen y peligrosidad-, permitiendo además reciclar los recursos contenidos en ellos. También puede llevarse a cabo únicamente como tratamiento previo a la incineración o el vertido, ya que al reducir el volumen de los mismos se hacen más manejables y menos contaminantes.

Desde el punto de vista agrícola, con el compostaje se obtiene un material maduro, estable e higienizado, con un alto contenido en materia orgánica y componentes húmicos -denominado compost-, el cual puede ser utilizado sin riesgo en Agricultura -por ser inocuo y no contener sustancias fitotóxicas, favoreciendo el crecimiento y el desarrollo de las plantas (Soliva, 2001).

1.3.2.      Sistemas de compostaje

El compostaje puede llevarse a cabo utilizando diferentes sistemas. El suministro de oxígeno -mediante aireación- y el control de la temperatura y de la humedad pueden realizarse en sistemas abiertos al aire, en los que los residuos están apilados, o bien, en sistemas cerrados, utilizando reactores o fermentadores (Abad y Puchades, 2002; Climent et al., 1996; Costa et al., 1991; Saña y Soliva, 1987).

Por razones económicas, los sistemas abiertos (pilas y trincheras) son los más frecuentes. En ellos, el material recepcionado -una vez homogeneizado- se extiende en eras, montones o pilas de dimensiones variables. La aireación de los mismos puede realizarse mediante volteos periódicos del material (sistema dinámico), o bien mediante aireación forzada (sistema estático) por medio de una red de tuberías perforadas distribuidas por todo el terreno, a través de las cuales se inyecta aire (sistema Rutgers) o se aspiran los gases resultantes (sistema Beltsville). También existen sistemas mixtos de aireación. Por otra parte, los sistemas cerrados más habituales son los digestores aeróbicos y los túneles con recirculación de aire. En la Tabla 4 se recogen las principales ventajas e inconvenientes de cada sistema de compostaje.

Tabla 4. Ventajas e inconvenientes de los principales sistemas de compostaje

 

SISTEMAS DE COMPOSTAJE

 

Pilas volteadas

 o estáticas

Digestores

 aeróbicos

Túneles con

recirculación de aire

Ventajas

 

    Instalación sencilla y barata.

    Proceso continuo o semicontinuo.

    Reducción del tiempo de compostaje.

    Control relativamente simple de temperatura y humedad.

    Mejor control de la fermentación.

    Control total del proceso.

    Mantenimiento reducido.

    Control avanzado de los olores.

    Control de olores avanzado.

 

    Uso intensivo del suelo.

    Uso intensivo del suelo.

Inconvenientes

 

    Según las condiciones climáticas pueden requerir cubierta en las zonas de fermentación y maduración.

    Costes de implantación y mantenimiento más elevados.

    Costes de implantación y mantenimiento más elevados.

    Posibilidad de malos olores.

    Técnica relativamente compleja, que requiere aprendizaje de manejo.

    Tecnología reciente, que exige el desarrollo de técnicos propios o la dependencia de patentes establecidas.

Fuente: Soliva, 2001

1.3.3.      Calidad del compost

Para que se alcance el beneficio ambiental del compostaje y éste llegue a ser una alternativa económicamente viable, el compost producido deberá tener una calidad adecuada a su uso y unas características constantes en el tiempo (Raviv, 1998).

La calidad es difícil de definir. Debido a la variedad de materiales y mezclas compostables, son muchos y diferentes los tipos de compost que se pueden obtener, lo cual dificulta el establecimiento de un sistema único para valorar la calidad (Soliva y Molina, 1996).

En general, los requerimientos de calidad del compost deberían ir dirigidos a conseguir: aspecto y olor aceptables; higienización correcta; nivel muy bajo de impurezas y contaminantes; nivel conocido de componentes agronómicamente útiles; y, características homogéneas y uniformes. Además, debería poder ser almacenado sin experimentar alteraciones posteriores.

El destino final del compost influye también en la calidad, ya que cada aplicación o aprovechamiento tiene unas exigencias particulares. Determinar el mayor número posible de parámetros no lleva a definir mejor la calidad, sino que se trata de seleccionar aquellos parámetros que mejor definan las características del compost que se desean conocer.

Los parámetros que pueden ser utilizados para valorar la calidad del compost, así como la información proporcionada por cada uno de ellos, se resumen en la Tabla 5.

Tabla 5. Parámetros que pueden ser utilizados para valorar la calidad del compost

Categoría

Parámetros

Informa sobre

Físicos

    Densidad aparente

 

    Color

 

    Olor

 

    Humedad

 

    Granulometría

 

    Capacidad de retención de agua

 

    Contaminantes inertes

Transporte, manejo y aplicación

 

Aceptación

 

Aceptación, higiene e impacto ambiental

 

Transporte y manejo

 

Manejo, aceptación y efectos sobre el suelo/sustrato

Efectos sobre el suelo/sustrato, ahorro de agua

 

Aceptación, impacto ambiental y seguridad

Químicos

    Contenido y estabilidad de la materia orgánica

 

    Nutrientes

 

 

    Contaminantes

 

 

    Sales solubles

 

Efectos sobre el suelo/sustrato, sobre los vegetales y aceptación

 

Efectos sobre el suelo/sustrato y sobre los vegetales

 

Salud, efectos sobre el suelo/sustrato y sobre los vegetales e impacto ambiental

 

Efectos sobre el suelo/sustrato y sobre los vegetales e impacto ambiental

Biológicos

    Patógenos

 

    Semillas de malas hierbas

Salud e impacto ambiental

 

Efectos sobre el suelo/sustrato y sobre la producción

Fuente: Soliva, 2001

En todo caso, deberán cumplirse siempre unos niveles mínimos de calidad, cuyo objetivo principal es impedir la transferencia de contaminantes (abióticos y bióticos). En la Tabla 6 se recogen los requisitos mínimos exigibles para los composts de residuos orgánicos en el Estado español, así como las propuestas europeas. En general, las normativas del resto de países europeos se diferencian de las nuestras por ser más restrictivas y, en algunos casos, por establecer distintas categorías de compost.

Tanto la legislación española como la de otros países europeos tienen en cuenta, por lo general, la calidad del compost desde la perspectiva medioambiental: contenido en contaminantes, principalmente. Sin embargo, la calidad agronómica de un compost va más allá. Ésta incluye parámetros físicos, químicos, fisico-químicos y biológicos decisivos para su aplicación, como la granulometría, el pH, la conductividad eléctrica, el contenido en nutrientes, la estabilidad de la materia orgánica o el índice de germinación de semillas, entre otros.

Tabla 6. Requerimientos mínimos de calidad de los composts en el Estado español y en la UE

PARÁMETRO

Orden de 28 de mayo de 1998, Fertilizantes y afines, y Orden de 2 noviembre de 1999, Modificación

Working Document. Biological Treatment Of Biowaste. 2nd Draft.*

CLASE 1

CLASE 2

Humedad

<40 %

 

 

Granulometría

90% <25mm

 

 

Materiales inertes

<10mm

Impurezas>2mm <0,5%

Piedras o grava >5mm <5%

Materia orgánica

>25%

 

 

Nitrógeno orgánico

>1%

 

 

Metales pesados

mg/kg de materia seca

 

 

Cd

10

   0,7

1,5

Pb

300

100

150

Cu

450

100

150

Zn

1.100

200

400

Ni

120

50

75

Cr

400

100

150

Hg

7

0,5

1

Patógenos

(materias primas de origen animal)

Salmonella: Ausente /25 g

Enterobacterias totales <1.000 u.f.c./g

Estreptococos fecales <1.000 NMP/g

Salmonella: Ausente /50g

Clostridium perfrigens: Ausente /1g

Organismos nocivos

(materias primas de origen vegetal)

Aquellos contenidos en el R.D. 2071/1993, de 26 de noviembre (lista modificada por BOE núm. 113, de 12 de mayo de 2003)

< 3 semillas de malas hierbas / L producto

Otros

Contenido en lodos de depuración <35% (p/p) de la mezcla inicial

Sin restricciones de uso

Aplicación al suelo <30 t m.s./ha x 3 años

* CE-Comisión Europea, 2001

En Canadá, los estándares de calidad del compost (National Standards of Canada [CAN/BNQ 0413-200]) sí tienen en cuenta la madurez como parámetro de calidad. En el Reino Unido, la normativa del British Standards Institution para materiales compostados incluye el índice de germinación y el contenido en semillas de malas hierbas como requisitos.

El control de la calidad no debe limitarse solamente al producto final, sino que debe hacerse sobre las materias primas y a lo largo del proceso de compostaje (Soliva, 1992). Esto está recogido en la propuesta europea citada anteriormente, en la que se indican la frecuencia, y métodos de muestreo y análisis.

Para la obtención de un compost de calidad (agronómica y sanitaria) es necesario investigar y mejorar algunos aspectos, tales como: el desarrollo de los sistemas de recogida selectiva de los residuos orgánicos a compostar, la mejora de las técnicas de preparación previas al proceso, las técnicas de compostaje, su eficiencia -reducción del tiempo y de los costes necesarios-, y los afinados finales del compost, principalmente. En adición, debería desarrollarse una legislación coherente con la gestión de los residuos y con las diferentes aplicaciones del compost. La diferenciación de categorías de compost en función de su calidad ayudará a que el compostaje gestione el máximo volumen de residuos, sin que ello comprometa el medio ambiente.

Además de todo lo anterior, y para que el uso de residuos compostados en Agricultura llegue a ser una realidad, es imprescindible encontrar mercados adecuados para cada tipo de compost, en función de su calidad, así como desarrollar una conciencia social compatible con el reciclaje y compostaje de los residuos, y su uso en Agricultura (Abad y Puchades, 2002; CE, 2001; Martínez, 1995; Raviv, 1998).

Si el compost obtenido al final del proceso de compostaje cumple unos estándares de calidad reconocidos, aumentará la confianza del consumidor, asegurándose así el desarrollo a largo plazo de la industria del compostaje y los beneficios por ella generados.

1.4.      VALORIZACIÓN AGRÍCOLA DEL COMPOST DE RESIDUOS ORGÁNICOS

1.4.1.      Aspectos básicos

Se define como valorización todo procedimiento que permita el aprovechamiento de los recursos contenidos en los residuos sin poner en peligro la salud humana ni utilizar métodos que puedan causar perjuicio al medio ambiente (Ley 10/1998).

La valorización puede ser material o energética, primando la primera en la buena gestión de los residuos, siempre que sea posible. Nos referimos a valorización agrícola en el caso en que éste sea el sector a dónde se destinan los productos valorizados.

La valorización agrícola de residuos orgánicos reporta un doble beneficio: 1) Ambiental, al eliminarse los residuos sin alteración relevante del equilibrio ecológico, y 2) Agrícola, al recuperarse y aprovecharse la materia orgánica y los elementos fertilizantes contenidos en los mencionados residuos (Abad et al., 1993,1997; Pudelski, 1987). Por tanto, esta estrategia contribuye a alcanzar la sostenibilidad agrícola, ya que colabora directamente en el uso eficiente de los insumo, y en la conservación  y mejora del recurso suelo.

Entre las diferentes alternativas de valorización agrícola, el aprovechamiento de los residuos orgánicos como enmiendas húmicas para los suelos de cultivo, como abonos orgánicos para las plantas cultivadas y/o como sustratos o componentes de sustratos para el cultivo sin suelo, constituyen algunas de las opciones más satisfactorias (Abad y Puchades, 2002; Boixadera y Teira, 2001; Bountoux et al., 2001; Climent et al., 1996; Martínez, 1995; Pudelski, 1987; Saña y Soliva, 1987).

En la Tabla 7 se presenta una relación de residuos y subproductos orgánicos generados por diferentes actividades de producción y consumo, susceptibles de ser utilizados como enmiendas húmicas, abonos orgánicos y/o sustratos de cultivo.

Tabla 7. Residuos y subproductos orgánicos generados por diferentes actividades, susceptibles de ser utilizados como enmiendas húmicas, abonos orgánicos y/o sustratos de cultivo

Actividad

Residuo / Subproducto

Explotación Agrícola

Compost de champiñones ya utilizado, pajas de cereales, restos de poda, etc.

Explotación Forestal

Cortezas de árboles, piñas de desecho, residuos del corcho, serrín y virutas de la madera, tierra de bosque, etc.

Explotación Ganadera

Estiércoles, gallinaza, pieles y lana, etc.

Explotación Marina

Algas, fanerógamas, etc.

Industria Agroalimentaria

Cascarilla de arroz, fibra de coco, lodos de alpechín, orujos de uva y de aceituna, residuos de café y de cacao, restos de frutas y hortalizas, etc.

Industria Papelera

Lodos de papelera

Industria Textil

Algodón, fibras acrílicas, lana, etc.

Núcleos Urbanos

Lodos de depuración de aguas residuales, residuos sólidos urbanos, restos de poda de jardinería urbana, etc.

Fuente: Abad et al., 1997

La mayoría de estos residuos y subproductos encuentran su aplicación en forma de composts, ya que, como se comentó en el apartado 1.3, su utilización en fresco presenta diferentes inconvenientes que el compostaje elimina, potenciando, además, factores beneficiosos.

1.4.2.      Aprovechamiento como enmienda húmica

En los sistemas de cultivo, si no se aporta materia orgánica se produce una progresiva disminución del nivel de humus del suelo, asociada a la mineralización de éste. Esta pérdida acarrea diversos problemas relacionados con una erosión acelerada, un deterioro de las propiedades del suelo y, en general, una pérdida global de fertilidad. La aplicación de materiales orgánicos para restituir esta pérdida se denomina enmienda húmica de mantenimiento, mientras que si se aporta materia orgánica para aumentar el nivel de humus existente en el suelo se habla de enmienda húmica de corrección. El material utilizado tradicionalmente como enmienda húmica es el estiércol, y como materiales alternativos o sustitutivos pueden emplearse cualquier tipo de residuos de naturaleza orgánica y con valor humígeno (Urbano, 2001).

La dosis de aplicación, el nivel de elementos o de sustancias químicas potencialmente contaminantes, las condiciones de higienización y maduración, la época de aportación al suelo, las características edáficas y la especie vegetal a cultivar, son los aspectos más importantes que deben tenerse en cuenta a la hora de utilizar los residuos orgánicos con esta finalidad (Boixadera y Teira, 2001).

El estudio de los efectos favorables de los residuos orgánicos sobre las propiedades y la fertilidad de los suelos cultivados ha merecido la atención de muchos investigadores, habiéndose publicado diferentes artículos sobre el tema (Tabla 8).

1.4.3.      Aprovechamiento como abono orgánico

En el uso de los residuos orgánicos como abonos existen una serie de aspectos que van a condicionar su eficacia a corto y largo plazo: concentración de nutrientes, equilibrio nutritivo, velocidad de mineralización de los constituyentes orgánicos, etc. Siempre que las dosis de residuos orgánicos a aplicar a los cultivos se basen en un cálculo correcto de las necesidades de los mismos, la capacidad sumidero de dichos residuos por parte de la Agricultura permanecerá inalterada.

Además del contenido en nitrógeno orgánico de los residuos, ha de tenerse en cuenta el nivel de nitrógeno asimilable, fácilmente disponible para la planta, así como la carga de fósforo y de potasio aportada por los mismos y no extraída por el cultivo, la cual se integrará en la dinámica general del suelo.

Tabla 8. Principales efectos de los residuos orgánicos sobre las propiedades de los suelos agrícolas

Propiedad

Efecto

Física

§          Agregación de las partículas elementales o formación de estructura

§          Mantenimiento de la estabilidad de los agregados

§          Reducción de la densidad aparente

§          Incremento de la porosidad total

§          Aumento de la permeabilidad al aire y al agua

§          Incremento de la capacidad de retención de agua útil

Química

§          No modificación o ligero aumento del pH

§          Incremento de la capacidad tampón

§          Aumento de la salinidad, que puede disminuir posteriormente por efecto de las lluvias y el riego

§          Incremento de la capacidad de intercambio catiónico

§          Aumento del contenido en materia orgánica

§          Incremento de los niveles de los macro- y micro-nutrientes esenciales de los vegetales

§          Mayor asimilabilidad de los micronutrientes por quelatación

Biológica

§          Favorecimiento de la coexistencia de diferentes especies de microorganismos

§          Incremento de la microflora (bacterias, actinomicetos, hongos, etc.) y mesofauna (protozoos, rotíferos, lombrices, etc.) beneficiosas

§          Reducción de la población de nematodos y de otros agentes fitopatógenos

§          Estimulación de diferentes actividades enzimáticas

Fuente: Climent et al., 1996        

Por otro lado, el valor de los residuos orgánicos como abonos no debe limitarse solamente a los contenidos en los tres macronutrientes primarios, ya que la presencia de elementos secundarios y de micronutrientes es otra fuente de valor fertilizante. Además, las propiedades quelatantes de la fracción orgánica del residuo favorecen la disponibilidad de estos micronutrientes para la planta.

Un aprovechamiento racional de los residuos como abonos reduciría las cantidades aportadas de fertilizantes químicos, disminuyendo así los peligros ambientales que suponen su abuso. En adición, constituyen un insumo de gran valor para la Agricultura Ecológica, donde las fuentes de materia orgánica y macroelementos son un factor de producción limitante.

Evidentemente, el aporte de estos nutrientes y de otros metales presentes en los residuos podría, en algún caso, resultar tóxico para el propio cultivo o contaminar el medio. Por todo ello, deben establecerse controles de calidad y de aplicación adecuados (Felipó, 1995).

 

1.4.4.      Aprovechamiento como sustrato de cultivo

La creciente disponibilidad de residuos orgánicos, así como la problemática y los costes de su reciclaje, ha requerido su utilización en otros ámbitos de aplicación distintos al suelo agrícola. Entre ellos destaca, por su interés, su inclusión entre las materias primas (ingredientes) utilizadas en la formulación de sustratos para el cultivo fuera del suelo (Abad et al., 1997, 1999, 2001; Martínez, 1995; Soliva, 1999). Como han demostrado numerosas investigaciones llevadas a cabo durante los últimos años, el sector profesional de los sustratos de cultivo es capaz de aprovechar numerosos materiales que son residuos o subproductos de escaso o nulo valor económico, favoreciendo así una demanda creciente de materiales de desecho y valorizando, a la vez, dichos productos (Burés, 1997; Hauke et al., 1999; Raviv, 1998).

Desde el punto de vista económico, la comercialización de composts como sustratos supone la creación de un mercado de elevado valor añadido para éstos. Según un reciente estudio del Ministerio de Medio Ambiente (2003), el precio de venta de un compost de calidad media y alta (apto para uso como sustrato) alcanza los 50 €/t (granel), mientras que un compost de RSU (generalmente de baja calidad) se comercializa a un precio medio de 13,2 €/t.

El aprovechamiento de los residuos como sustratos de cultivo se expone con más detalle en el apartado 1.5, al ser el objeto de este trabajo.

1.4.5.      Otros posibles usos de los residuos orgánicos

El valor fertilizante y humígeno de los residuos orgánicos -compostados o no- puede derivarse a otros usos, además de los ya expuestos (Martínez, 1995). Pueden encontrar aplicación, especialmente, en jardinería (tanto pública como privada) y paisajismo, así como en la restauración de suelos contaminados, de superficies quemadas y de tierras de cultivo abandonadas. Incluso pueden utilizarse en la recuperación de superficies degradadas por diferentes actividades antrópicas como la construcción de infraestructuras (viarias, hidráulicas, etc.), vertederos, extracción de áridos, minería, canteras, etc., donde sirven para preparar el terreno previamente a la implantación de cubiertas vegetales que impidan o minimicen la erosión y valoricen el ambiente. Existen también otras muchas aplicaciones, como: cubierta para el sellado de vertederos públicos, relleno de filtros biológicos, insonorización, etc.

Todas estas aplicaciones  requieren grandes volúmenes de material, por lo que pueden potenciar un consumo creciente de residuos en un futuro inmediato, paralelamente con un aumento de la concienciación social por la conservación y mejora del medio ambiente.

1.4.6.      Reutilización de los residuos orgánicos y sus riesgos potenciales

El aprovechamiento agrícola de los residuos orgánicos empieza a ser una práctica usual que facilita la eliminación de los mismos, siendo necesaria en el entorno de determinadas zonas densamente pobladas o con fuerte concentración de agricultura, ganadería, industria, etc. Sin embargo, esta necesidad no justifica cualquier tipo de reutilización o depósito de los residuos en el medio agrícola (Abad y Puchades, 2002).

La elección de un residuo para un uso determinado no debe estar influida por la abundancia del mismo o la facilidad con que sea ofertado (Soliva y Paulet, 2003), sino que debe tenerse en cuenta su efecto ambiental -sobre la atmósfera, el suelo y las aguas-, así como sobre las plantas, los animales y el hombre (Climent et al., 1996).

Entre los factores que pueden limitar, en mayor o menor grado, la utilización agrícola del compost, merecen ser destacados: presencia de materiales inertes, malos olores, salinidad elevada, nivel de elementos metálicos y  compuestos orgánicos potencialmente tóxicos, e inmadurez de la materia orgánica. Sin embargo, si se trata de un compost de calidad, y aplicado en cantidades adecuadas, el riesgo de contaminación es prácticamente nulo.

Respecto a riesgos concretos de los composts de residuos vegetales de origen agrícola, hay que tener en cuenta que, debido a su manejo durante el cultivo, pueden contener sustancias contaminantes (restos de productos fitosanitarios, metales pesados, etc) procedentes del agua de riego, del suelo o sustrato utilizado, del abonado, de los productos fitosanitarios, y hasta de deposiciones atmosféricas (Soliva, 2001), no inactivadas durante el proceso de compostaje.

Para hacer más eficiente la reutilización de los residuos orgánicos, es preciso estudiar algunos aspectos clave con objeto de programar un uso racional de los mismos en Agricultura (Martínez, 1995). Estos aspectos son: tasas de mineralización y solubilización de nitrógeno, fósforo, potasio y elementos metálicos en condiciones agroecológicas  concretas; destino y evolución del nitrógeno de lenta mineralización, y, en su caso, del fósforo no utilizado por los cultivos; coeficientes de humificación de los residuos en determinadas condiciones climáticas, edáficas, etc; y, efectos de los residuos sobre la producción y calidad de las cosechas, la composición de los residuos de las mismas, la calidad del suelo y la calidad del medio, principalmente.

Es necesario llevar a cabo una reutilización controlada de los residuos orgánicos -compostados o no- con objeto de proteger el medio ambiente. La legislación actual, regional, estatal y europea, contempla varias normativas con respecto a la transmisión de los contaminantes propios de los residuos (metales pesados, componentes tóxicos, patógenos, nitratos, etc), la mayoría de ellas relativas a la utilización concreta de los residuos en Agricultura.

Finalmente, hay que destacar la puesta en vigor (Julio de 1999) del documento CEN (Comité Europeo de Normalización) de referencia CR 13455 -Soil improvers and growing media. Guideliness for the safety of users, the environment and plants-, que establece también niveles máximos de determinados componentes en los materiales orgánicos para su aplicación concreta como enmiendas, abonos o sustratos de cultivo.

1.5.      APROVECHAMIENTO DE RESIDUOS ORGÁNICOS COMO SUSTRATOS O COMPONENTES DE SUSTRATOS en la producción de planta ornamental en maceta

1.5.1.      El cultivo sin suelo en España. El caso particular de la producción de planta ornamental en maceta

Los denominados sistemas de “cultivo sin suelo” incluyen los “cultivos hidropónicos” y los “cultivos en sustrato”. En los primeros, el medio donde crecen las raíces es agua más nutrientes o materiales sólidos inertes, mientras que en los segundos se usan materiales químicamente activos, con capacidad de intercambio catiónico (Abad, 1991; FAO, 1990; Jones, 1997; Morard, 1995; Resh, 2001; Schwartz, 1995).

Por otro lado, el término sustrato se aplica en Horticultura a todo material sólido distinto del suelo in situ, natural, de síntesis o residual, mineral u orgánico, que colocado en un contenedor, en forma pura o en mezcla, permite el anclaje del sistema radical, desempeñando, por tanto, un papel de soporte para la planta (Abad, 1991; Abad et al., 1993; Abad y Noguera, 2000 a,b; Blanc, 1987; Handreck y Black, 1993; Morard, 1995).

La finalidad de un sustrato es producir una planta (o cosecha) de calidad, en el mínimo tiempo posible y con los menores costes de producción. Además, su obtención o eliminación no debería provocar un impacto medioambiental de importancia (Abad et al., 1992).

El cultivo en sustrato encuentra una importante aplicación como técnica comercial en la producción de plantas ornamentales en contenedor, por las ventajas que ofrece respecto a sanidad, movilidad, homogeneidad y manejo agrícola en general. Este sector tiene una gran importancia en el Estado español, alcanzándose una producción en el año 1999 cercana a los 124 millones de plantas, destacando la Comunidad Valenciana con una producción de 34,5 millones de unidades (MAPA, 2001). Esto se traduce en una demanda de sustratos continua y, además, con tendencia creciente, a medida que estos sistemas de cultivo se tecnifican e intensifican. Los sustratos más utilizados son los materiales orgánicos, particularmente las turbas Sphagnum y diferentes residuos y subproductos orgánicos (Abad y Noguera, 2000 a; Burés, 1997).

1.5.2.      Características del sustrato “ideal”

No existe el sustrato ideal en cuanto a constituyentes (ingredientes) y composición. El mejor sustrato de cultivo, en cada caso, variará en función de: el tipo de material vegetal utilizado, la especie vegetal cultivada, las condiciones climáticas, el tamaño y la forma del contenedor, el sistema de riego y fertilización, los aspectos económicos, la experiencia local en su utilización, y su impacto medioambiental, entre otros factores.

Tabla 9. Características deseables de un sustrato de cultivo “ideal”

Propiedades físicas

Propiedades químicas

Otras propiedades

    Elevada capacidad de retención de agua fácilmente disponible.

    Suficiente suministro de aire.

    Distribución del tamaño de las partículas que asegure las condiciones anteriores.

    Baja densidad aparente.

    Elevada porosidad total.

    Estructura estable y contracción reducida.

    Baja a moderada capacidad de intercambio catiónico, en función del programa de fertilización aplicado.

    Suficiente nivel de nutrientes asimilables.

    Baja salinidad.

    Elevada capacidad tampón.

    Mínima velocidad de descomposición.

    Libre de semillas de malas hierbas, nematodos y otros patógenos.

    Reproducibilidad y disponibilidad.

    Bajo coste.

    Fácil de mezclar.

    Resistencia a cambios extremos físicos, químicos y ambientales.

    Fácil de desinfectar.

Fuente: Raviv et al., 1986

Las plantas responden más a las características o propiedades del sustrato que a sus materiales constituyentes. De forma general, y para obtener buenos resultados en el cultivo en sustrato, éste debe reunir las características (Raviv et al., 1986) que se presentan en la Tabla 9.

Si las propiedades del material no son las deseables, se puede intentar mejorarlas utilizando técnicas sencillas y económicas, como el compostaje -si se trata de un material orgánico aún no comportado-, la  lixiviación de las sales en exceso, la corrección del pH o la mezcla con otros materiales, principalmente.

1.5.3.      Materiales alternativos y/o sustitutivos de la turba

La turba es actualmente el material más utilizado como sustrato debido a sus excelentes propiedades físicas, químicas y biológicas (Abad y Noguera, 2000 a,b; Burés, 1997; Raviv et al., 1986). Las importaciones españolas de turba para su incorporación a enmiendas y sustratos rondan las 165.000 t anuales (MMA-Ministerio de Medio Ambiente, 2003).

Sin embargo, su precio es elevado y va en aumento, especialmente en los países sin recursos locales de turba Sphagnum. Además, y desde una perspectiva medioambiental, la extracción de turba afecta negativamente a paisajes de gran valor ecológico-arqueológico (Holmes et al., 2000). Estos ecosistemas, muy frágiles, mantienen numerosas especies silvestres y son sumideros naturales del CO2 atmosférico (Domínguez et al., 1998). Por ello, las turberas ácidas de esfagnos y las turberas calcáreas se incluyen en la lista de hábitats naturales en degradación (Directiva Hábitats 92/43/CEE, del Consejo, de 2 de mayo), habiéndose iniciado en las últimas décadas un movimiento global para racionalizar el consumo de turba y la explotación de turberas.

Una alternativa para dar solución a esta problemática es la sustitución progresiva de la turba por otros materiales orgánicos, especialmente autóctonos y con disponibilidad local (Abad et al., 1999, 2001; Climent et al., 1996; Pryce, 1991; Raviv et al., 1986; Verdonck, 1984).

En este contexto, numerosos residuos y subproductos orgánicos generados por diferentes actividades de producción y consumo están siendo investigados y utilizados con éxito como sustratos o componentes de sustratos de cultivo (Abad et al., 1997, 1999, 2001; Ingelmo et al., 1998; Verdonck, 1988). De este modo, al mismo tiempo que se contribuye a la sustitución de la turba, se favorece la valorización agrícola de estos residuos, colaborando eficazmente en la gestión de los mismos.

En la página web (http://www.mapya.es/agricultura/pags/sustrato/sustrato.htm) del MAPA se puede consultar un Inventario de Materiales susceptibles de ser utilizados en España, como sustratos o componentes de sustratos para la producción de plantas ornamentales en contenedor. La mayoría de los materiales inventariados son residuos y/o subproductos orgánicos con disponibilidad local. De esta forma, las empresas del sector pueden conocer los materiales disponibles en cada comunidad autónoma, así como sus características y propiedades más importantes (Abad et al., 1999, 2001).

Según Raviv (1998), algunos materiales residuales utilizados con éxito en el cultivo en contenedor hasta la fecha, son: la fibra de coco (Noguera, 1999; Verdonck et al., 1984), la corteza de pino (Pokorny, 1979), la cascarilla de arroz (Accati et al., 1996), y el compost de lodos de depuradora con virutas de madera (Gouin, 1985).

En varios estudios sobre materiales alternativos y/o sustitutivos de la turba (Manthur and Voisin, 1996; Holmes et al., 2000), se destacan las posibilidades a medio y largo plazo de los subproductos forestales y de los composts vegetales como sustratos, y muy especialmente,  como componentes de sustratos.

1.5.4.      El compost de residuos hortícolas como sustrato alternativo

El compost procedente de residuos vegetales (restos de poda, de jardinería, de cultivos extensivos e intensivos, etc.) presenta algunas características ventajosas para el cultivo en sustrato. Por una parte, posee un gran poder fertilizante de base, ya que contiene altos niveles de los nutrientes vegetales asociados a la materia orgánica del compost (reservorio natural de nutrientes) y, por tanto, de liberación progresiva. También puede presentar propiedades supresivas frente a agentes fitopatógenos, especialmente hongos, debido a la presencia de microorganismos diversos que disminuyen la incidencia de enfermedades. Todo esto puede repercutir favorablemente en una mayor producción de biomasa y en un aumento de la supervivencia de las plantas, tras el trasplante y en el mercado, así como en la reducción de insumos, tales como fertilizantes y productos fitosanitarios. Además -y tras su uso- puede volver a utilizarse como material orgánico para abono, relleno de taludes u otros usos típicos del compost, no generando impacto ambiental alguno.

Sin embargo, existen una serie de factores limitantes que pueden impedir la utilización del compost de residuos orgánicos como sustratos puros de cultivo, tales como: presencia de materiales no deseables (plástico, vidrio, metal, etc.), mal olor, densidad aparente elevada, muy baja retención de agua a baja tensión, pH básico, salinidad elevada, altos contenidos en nitrógeno, fósforo y potasio, etc. (Abad et al., 1997, 1999, 2001).

En la producción de plantas al aire libre, una densidad aparente elevada encarece el procesado y transporte, pero puede ser un factor positivo ya que da estabilidad al contenedor. La fertilidad asociada a estos materiales no facilita un programa de fertilización controlado, puesto que es casi imposible prever la dinámica y tasa de liberación de nutrientes con el tiempo, así como su interferencia con los programas de fertilización de fondo y de cobertera, o la fertirrigación.

En relación con estos condicionantes básicos, su utilización como sustrato de cultivo implica generalmente su mezcla con otros materiales que disminuyan los niveles de nutrientes y de sales solubles, y que mejoren su estabilidad estructural (turbas, cortezas de árboles u otros) (Fisher et al., 1997). Sin embargo, su uso como sustrato no debería extenderse a la producción de cultivos comestibles, ni a cultivos con programas de nutrición muy controlados. Por lo tanto, el ámbito de aplicación básico de los composts de residuos vegetales debería ser la producción de planta ornamental en contenedor, de plantas destinadas a jardinería y paisajismo, y los viveros forestales, principalmente.

Desde el inicio de este trabajo se ha destacado la problemática de los residuos orgánicos procedentes de la actividad hortícola, por su fuerte impacto medioambiental y preocupante acumulación en áreas geográficas localizadas. Por otra parte, en estas zonas es precisamente donde se da la mayor concentración de cultivo en sustrato. Por lo tanto, el aprovechamiento del compost de residuos vegetales hortícolas como sustrato de cultivo supondría un claro ejemplo de sistema integral, rentable y ecológico, ya que la generación del residuo, la producción de compost y su consumo coexistirían en una misma zona.

Sin embargo por el momento son muy pocos los composts de residuos vegetales hortícolas producidos, evaluados y utilizados en el cultivo en sustrato, a pesar de sus enormes posibilidades y múltiples ventajas.

1.6.      OBJETIVOS

El objetivo global de este Trabajo Final de Carrera es estudiar las características y propiedades del compost de residuos vegetales de origen hortícola como material alternativo y/o sustitutivo de la turba Sphagnum en los sustratos para el cultivo de planta ornamental en contenedor.

Para tal fin, se han abordado los siguientes objetivos parciales:

1.      Caracterizar dos composts -uno procedente de residuos de plantas de melón y otro de una mezcla de restos de diferentes plantas de hortalizas-, determinando y evaluando críticamente las propiedades físicas, físico-químicas, químicas y biológicas  más importantes de los mismos.

2.      Estudiar la mejora y adecuación de las propiedades de estos composts -mediante la aplicación de técnicas sencillas y económicas-, especialmente la reducción de su pH -realizando dos ensayos de acidificación- y la eliminación de las sales solubles en exceso -mediante un ensayo de lixiviación en columna-.

 

orene5@orene.org

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